Juan sin Tierra fue rey de Inglaterra desde 1199 hasta su muerte, en 1216. Por ser el más joven de los cinco hijos del rey Enrique II de Inglaterra y de la duquesa Leonor de Aquitania, desde su infancia no se esperaba que Juan pudiera heredar territorios de importancia. Dicho de otra forma, Juan estaba prescrito a ser...
¡Juan sin Tierra!
Ocho siglos después de la muerte de Juan sin Tierra en Inglaterra, el fotógrafo colombiano Juan Manuel Ramírez Combariza (Com-ba-ri-za) —desposeído de territorios y de propiedades terrenales, armado solo con una cámara digital, un dron DJI, un computador personal y el software necesario para producir y editar escritos, fotos y videos— se presenta como un Juan sin Tierra moderno. Pero no como el Juan sin Tierra inglés de títulos y de arandelas reales, quien en realidad sí heredó, perdió y luchó por la posesión de vastos terrenos en Europa, sino como alguien que un día comprendió que la Tierra, de hecho el Universo, no le pertenecen a nadie, a ningún rey.
No hace falta ser un águila siquiera para poder volar un dron sobre una escarpada montaña en los Andes, un enorme mar azul en el Atlántico o un lindo y verde paisaje en Boyacá. No hay que tener títulos legales para disfrutar de esas cosas mientras vivimos. Después, al editar las fotos y videos en Photoshop o en Final Cut, se comprende que ese ángulo desde el que se captaron, y los ajustes técnicos que se hicieron para lograr esas imágenes que le ponen a uno la piel de gallina, son únicos, y pertenecen a un instante también único, no reproducible como evento real en el transcurrir del tiempo infinito. Esas imágenes, esos momentos, guardados en medio digital electrónico, también se incorporan al ser y a la memoria del fotógrafo, en nano espacios chiquititos de su ADN.
Juan sin Tierra es, en realidad, una ironía. Porque todos y cada uno de nosotros homínidos humanos vivos hoy día, ocho mil millones si la cuenta es confiable, lejos de ser desposeídos o pobres, tenemos derechos inalienables sobre todas las maravillas físicas que nos brindan la Naturaleza, la Creación. Ni siquiera una cámara digital hay que tener. Con la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto podemos disfrutar de todo lo lindo y deseable del Universo, y guardarlo en nuestro complejo sistema electrónico neurológico y mental —para acceso, procesamiento y disfrute posteriores. Éste es, quizás, parte del equipaje que se nos permite llevar a otros mundos, y a otras vidas, cada vez que morimos en algún planeta.
¡Bienvenidos al mundo de Juan sin Tierra!
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